Cuentos no Madrileños

una seleción de cuentos en lengua española

Por Yoseph Yomshyshy/Malcolm Robert

Código do livro: 263575

Categorias

Educação, Literatura Estrangeira, Realismo Fantástico

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Sinopse

Ya era muy tarde de La noche.

A mi lado había una pequeña garrafa con café para que cortárseme el efecto del sueño y ella é mi única compañera en aquel noche en mi pecha de escritor. l

Para empezar esa narrativa, recuérdese que era una viernes caliente del verano de un año cualquier, pelo menos siete décadas del pretérito cuando tomo en diestra a la pluma escribir más una vez porque los bolígrafos serán instrumentos para el futuro, pero uno de mis cien billones de neuronas hace cuestionamiento…

– ¿Escribir sobre o qué?

El micro universo de mi ser está en constante mutación, y, tal cual a uno de los cometas que viajan a través del universo sideral, moviéndose de uno a otro sistema, los mis neuronas cortan, del naciente a el puente, a mi cerebro, si é que mi cerebro tiene a un naciente o a un puente y, en ese ínterin, llego a entender que uno de eles reposa en los brazos tranquillos de la historia, en la irreverente historicidad humana.

De repente, soy envuelto por extraña sensación.

Jamás habría experimentado a tan profundo sentimiento…

Comuniqué a los mis cien billones de neuronas.

Creó que estoy teniendo a una visión.

Uno de los neuronas más atrevido do que a los otros…

¿Visión?

¿De qué?

¿Cómo?

Así, he esclarecido a lo neurona más atrevido, aunque a contra gusto…

Oe, en la penumbra que permea a la mi imaginación, uno personaje toma forma, en uno simulacro de uno vuelto, aparéceme en la obscuridad de la incógnita y se antepone a mi delantera.

Pregunto:

– ¿Quién é?

No más que diez segundos después de una profunda reflexión sobre a la enigmática visión y las potentes lentes del cristalino captan a la imagen, envían hasta mi cerebro que en el ámbito y en el ejercicio de la función dentro de mi cuerpo efímero, insólito y transitorio a la sintetiza, a la lee, y, por el fin, hace a la traducción:

– É nadie más, nadie menos de lo que Joaquim Maria Machado de Assis.

Yo cuestiono…

– ¿Joaquim Maria Machado de Assis?

En ese ínterin, encanto discutía con los neuronas sobre el asunto, la visión entiende que debe hablarme y, objetivamente, se pone a externar:

– En treinta segundos, y no más do que eso, yo voy a contarte a la historia de un poema que jamás he terminado; ya se van, por lo menos, longos cien años… - érame el tiempo de mi seminario.

– Antes de todo, considero que, en la verdad, compuso al primero verso para un poema que no concluí y que, a seguir, usted iba leer:

– Oh flor del cielo! Oh flor cándida y pura!

– No pregunte a mí, ni el cómo y ni él porqué de ese verso que, aunque un siglo pasado continua fijado, aún en los escaños de la mi memoria, pues, verdaderamente, después de ese lapso, yo no iba saber cómo responder sobre la forma como afloraran a mi mente.

– No obstante, creo, mejor; tengo la plena certeza que salieran a mí así:

– Habría reposado en mi cama para descansar de la lucha del día a día.

– La cama amenizaba con su calor a el frio húmido y gélido de una noche del invierno en el barrio del Catete, donde hizo mi morada por muchos años, cuando, de repente, al derredor de las arboles floridas, yo percibo a una paloma intangible porque estaba en aire.

– La paloma estaba volando con sus alas invisibles, inexplicables y enigmáticas, y estimulaba al fluir de una exclamación suelta y, al detectar a las medidas exactas de esa exclamación, en sostenidos o bemoles, propias para un poema, entonces, inclíneme sobre la mesa mal iluminada en la ansiedad de escribirle. No entretanto, en ese lúdico momento, el mi ego y el mí ser interior interrumpieran a mi intelecto y argüirán:

– Dije me…

– ¿Quién sería a la flor del cielo?

– Podría calarme, se yo quisiera calarme, pero no me tranqueé como hacen a las babosas en sus propios caracoles e hizo la cuestión de responder:

– ! Ora, ego y ser humano heridos!

– La flor del cielo é Capitú, la mi amada naturalmente, pero, en ese momento, nada me impediría que se fuera a la señora virtud, a la doña personalidad, a la persona irreverente, a el poeta loco, a la religión abstracta, o, evidentemente, a cualquier otro concepto guardado en las pequeñas calles de la existencia o en los escaños de la mente, sea cual sea; desde que suporte a la metáfora flor, y flor del cielo.

– Reclíneme a lo recóndito de mi cámara cerebral donde se me expuso a mis más lúdicos misterios, concentrándome a los más que pudo y, así, aguardé que los estímulos eléctricos venidos de un los cien billones de neuronas me soplasen, como que por magia y encanto, a los trece versos que, aun, me restaban para finalizar a el poema.

– ! Ledo engaño!

– Ni una nota do, ni una nota re, ni un grave y ni un agudo, un bemol o un sostenido hizo eco en aire rarefacto por el silencio sepulcral de la noche fría de aquel invierno.

– Repóseme sobre a lo conjunto de costillitas que moldan a mi lado derecho del cuerpo, nada alejo de doce, el lado izquierdo me hay suprimido una porque el Criador me hay retirado una de ellos y hay cedido a Eva.

- Me erguí, bebí a dos o tres pequeños goles de la agua depositada en el interior de mi talla, me volví, me reposé en la mi cama, ahora, sobre a las once costillitas dispuestas del lado izquierdo, me viré para que contemplase al forro erigido con sencillas tablas en madera de jacarandá.

– No entretanto, aunque yo me esforzase para tal, dialogase con mis neuronas, ninguna palabra más, ninguna rima, por más sutil que sea, se diseñó en los sencillos labirintos del mi intelecto.

– Por lo tanto, mi caro amigo de una centena de años después, delante de mi pensamiento incognito, abogué:

– Los poemas más expresivos que se puede venir a escribir san aquellos que se cierran por detrás de las cortinas indelebles de la nuestra iniciativa con un verso pintado en la tela del estigma con una llave en oro en la forma y en lo sentido.

– ¿En ese instante en la mi vida efímera, insólita y transitoria, me puso a imaginar el forjar en la caldera de lo mi cerebro una de las tales llaves fundidas y amoldadas, aunque se fuera a metal, antes mismo de ser forjar a la cerradura que é el cierra de la puerta de cualquier recinto, y, entonces, no é que escribí a el último de los versos después de mucho rebuscar en mi pensamiento y en las entrelineas del vernáculo?

– Los fonemas se seguirán uno a los otros y, así, las neuronas incautas venían a sugerir:

– Perdiese a la guerra, pero se gana a la batalla!

– Lo tenaz encantamiento, cual a pequeñas gotas de un bálsamo embriagador me dieran a la sensación de que el poema me iba salir con la efusiva perfección […]

- ! Ledo engaño!

– Nada más, nada menos, yo tenía conseguido a un inicio magistral y a un término digno para un Aedo, para un Castro Alves, para un Luís de Camões, para un Aluízio de Azevedo, a final de un grande poeta, con todo, aún era insignificante delante a la mi natural pecha y fama de escritor.

– A la mi persona era necesario evocar y a bañarme en las aguas cristalinas de algunos poemas celebres, como de mi casi contemporáneo Charles Pierre Baudelaire, unos fáciles, otros medios, algunos difíciles y otros tantos por demás fáciles donde los versos insinuarían salir a unos de los textos y otros de las rimas de los otros, y, con la idea de sí mismos, tan lúdicos y naturales que viniesen a disecar a nosotros a la razón por las cuales ellos se hicieran, una vez que ellos sí suscitaban a sí mismos.

– En la sucesión de mis tentativas, contemplaba a la pluma que se inclinaba sobre a la superficie de la hoja del papel y, ora diseñaba los trazos y los caracteres que eran a los simulacros de las letras, ora me turbaba a el rostro delante de mis neuronas que danzaban una danza sui-generis en lo micro universo de mi ser.

– Y, yo me quedaba a repetir el primero verso, pero no me venían ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto, tampoco el quinto y, de ese modo, sucesivamente, el desánimo se hiciera presente en lo más craso de mi alma angustiada de escritor y el desaliño de los estímulos minoraban en lo punto más longincuo de mi íntimo.

– Todo en vano…

- A la lucha de mi día a día, mi trabajo, mi dedicación, mi esmero que procuré; la mi disposición que rebusqué, lo mi mucho y tanto que luché, el tempo que me espere; los versos; los versos no caerán como caen a las gotas del orvallo plateado en una noche de lunar, pero yo creo que los poemas existen prescitos en el decurso de la historicidad humana.

– Y surgen conforme a las rimas y a los dramas de la existencia efímera, insólita y transitoria como a la multitud de las obras artísticas y, entonces por razones de orden metafísicas, al desvaírme el halito de la vida, dejo los dos versos al primero poeta loco, como loco fue, que venir a querer y que, desocupado, escriba el poema que yo no escribí.

– Que lo haga en un domingo nublado o con la luz solar, no iba importar, en el día en que la lluvia intermitente venga a lavar a él solo lleno del polvo, o, molle a las plantas que ya agonizan en el rozado, o, aún, en las horas o en el momentos de su más craso placer; no desista y tente…

- Tente que el poema iba salir…

- Cuestión é de tempo…

- Estoy dándole a la idea y, entonces, que la venga a rehenchir con el uso, ahora, no de la pluma, pero del bolígrafo, en el medio de una hoja de papel y escriba a lo que no escribí a más de uno siglo.

– Todavía, se hubiera a la preferencia, puede usar a las teclas de la computadora.

– Entonces, diré:

– Vea al loco sazonado en los tornos intangibles de la existencia…

- El loco que se apropia de mi primero y de mi último verso, y abrázalos; y abraza, también, por lo menos en la literatura a Joaquim Maria Machado de Assis y, escribe a las dos manos, el poema que él, el Dom casmurro jamás escribió.

– ¿Métrica?

– ¿Para que iba servir a la métrica?

– Me olvidé de la métrica; a las veces é necesario ser osado…

- Lea...

Poema para Capitú.

! Oh!... – Flor del cielo!... – ! Oh!... – Flor cándida y pura!

– Ergo a la voz para contar a la tu historia,

A los nobles, a los literatos, a la plebe ruda,

y, sin gloria, Pero yo haré en el gozo inmutable de la crasa lisura.

¿Que flor é esa? ¿Que perfuma como perfuma a ti?

¿É la poesía, é la virtud, é la religión, o, el censo puro?

Yo ya ni sé, pero é esa flor que tanto auguro;

Que sea tu, o mi amada y bella Capitú ala y aquí.

¿De que me importa el saber, ahora, se é a la flor del cielo?

¿Y, se el perfume que exhalas, perdiese al leu?

Delante de la más crasa y cálida luz que se escalla.

¿De que me importa se é tú la flor cándida y pura?

¿Y, se no frenesí é tú lo que mi alma augura?

Pues, se pierde la guerra, se gana a l batalla!

De ese modo, al sentir a lo éxito de llegar al ápice, toco con las manos, no en lo sencillo bolígrafo, pero en el teclado exótico de una computadora donde acabo de escribir, junto con Joaquim Maria Machado de Assis, el poema que, cuando vivía, el no escribió.

Acceso a un de los proveedores de la Internet, entro en sintonía con el E. Mail: – machadodeassis@cieloeternidad.com.universo para como poeta loco que soy porque loco usted me rotuló; el poema que usted jamás escribió... – redijo el mensaje:

– Asunto: Poema que no he terminado

Mensaje:

Caro Machado de Assis, he acá en eses catorce versos el poema sazonado que quisieras y no conseguiste escribir. Para tanto, empresté a los tuyos dos versos y escribí a ellos para ti. Lea a él, no necesita retornar con los comentarios; algún día, juntos, se discutirá en la eternidad.

Un abrazo,

Yoseph Yomshyshy

Características

Número de páginas 107
Edição 1 (2018)
Formato A5 (148x210)
Acabamento Brochura c/ orelha
Coloração Preto e branco
Tipo de papel Couche 150g
Idioma Português

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Yoseph Yomshyshy/Malcolm Robert

JOSE LOPES, NAASCIDO NO RIO DE JANEIRO, TEM DIVERSOS TEXTOS PUBLICADOS EM JORNAIS DA REGIAO. AUTOR DOS LIVROS [QUE ESSE TALENTO NAO CONTAMINE A NOS, DESCOBRIND A RAIZ DE UMA ARVORE CHAMADA CELIBATO E RETRATOS URBANOS] TEM TAMBEM VARIOS TEXTOS PUBLICADOS EM ANTOLOGIAS. POSSUI LIVROS ESCRITOS EM PORTUGUES, ESANHOL E INGLES.

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